Hablemos de Graveyard, una banda nacida de la ruptura de unos tales Norrsken, formación de raíces sabbathicas, que nombraba a Pentagram como su mayor influencia setentera. Agrupados en Gotemburgo, han crecido hasta un punto que jamás se plantearon. Practican una especie de hard blues psicodélico, ácido y oscuro. Muchas influencias de los setenta, y un trabajo de estudio añejo, bañado en bourbon, que parecen haber grabado con instrumentos de roble. A seis años de su formación, Graveyard atesoran tres discos de calidad indiscutible y una base de fans que no para de crecer.
La gestación de esta banda es fruto de años de locales de ensayo y cambios, tanto de formación, como de orientación musical. De tal forma, Joakim Nilsson y Axel Sjöberg fueron quienes dieron con el estilo concreto que querían practicar, y querían hacerlo en serio. Rikard Edlund se les unió junto con Truls Mörck, guitarrista que los abandonó durante la grabación del primer álbum, entrando Jonatan Larocca-Ramm y estableciendo una formación fija en Graveyard.
Graveyard, como banda, no se hizo para pasar el rato en el local de ensayo, porque sabíamos lo que queríamos hacer y que teníamos las habilidades musicales necesarias y la dedicación para escribir y grabar grandes canciones podrían situarnos.
En su homónimo debut de 2007, el grupo ofreció una curiosa y fresca mezcla de hard rock y blues pesado, sucio y psicodélico. Sonaba a finales de los sesenta, principios de los setenta, con elementos de stoner rock de los noventa en su pesadez, y con un Nilsson a la voz que daría el papel de un John Fogerty bien enfadado. Un puñado de letras oscuras y música casi negra, un sólido álbum que les hizo un pequeño hueco en el revival setentero que se comenzaba a cocer por entonces, con algunas canciones tremendas. Para el recuerdo “Evil Ways”, de riffes que pesan toneladas, o “Lost In Confusion” cuyo ritmo creciente define a la perfección el «estilo Graveyard». Y lo más importante… Les sirvió para captar la atención no sólo de la crítica, sino también de Nuclear Blast Records.
Los suecos giraron sobre ruedas de viejas furgonetas y curtieron sus canciones sobre el escenario antes de grabar Hisingen Blues, su segundo álbum. Con el apoyo de una gran discográfica de género, refinaron su imagen hippie y estrambótica: ropa de colores vivos, cintas y bigotes; fotografías retro, y un segundo álbum de preciosa portada. La superioridad de medios en el estudio se hace patente desde el primer tema, con instrumentos más nítidos y mejor ecualizados, amén de un sonido incluso más crujiente. Similar estilo, pero de repertorio más diverso. Se muestran agresivos en piezas como “Hisingen Blues”, o “Ain’t Fit To Live Here”, y se suavizan con su lado más atractivo, misterioso y alucinatorio en “Uncomfortably Numb”. Mezclan ambas caras en “Ungrateful Are The Dead”, e incluyen una preciosa pieza de estilo Morricone llamada “Longing” que a menudo sigue resonando en mis oídos.
Fue entonces, con la crítica en el bolsillo, el público nostálgico entregándoles el corazón en mano, y cargados de ilusión natural, como Graveyard se fueron comiendo escenarios uno tras otro. Así llegaron a España, para arrasar en el Azkena Rock Festival de 2012, con el público boquiabierto ante la potencia de una banda que muchos no conocían. Y sin embargo, la sensación general indicaba que aquel grupo, y su música, estaban hechos para la noche y el calor de las salas pequeñas, donde estoy seguro, sus atmósferas alcanzarán el punto álgido.
on todo, entre concierto y concierto, tuvieron tiempo de componer un tercer trabajo, llamado Lights Out, que grabaron en verano del pasado 2012, y que vio la luz pocos meses después. Aunque la sorpresa no fue tan mayúscula como su descubrimiento, en su tercer trabajo la banda se asienta en el que seguramente es el puesto principal de esa ola de bandas nórdicas que practican rock vintage. Sus artworks lovecraftianosya son su icono personal, y sobre todo, ese aire de misterio, esa agresividad contenida, y esos enfados con con la sociedad y amores pasados, les dan un punto de frescura que los descarta del saco de bandas que reciclan influencias sin más.
Graveyard, de gira por España
Porque ni sabemos, ni podemos explicar, ni nos importa demasiado el futuro. Simplemente estamos aquí para entretener y proporcionar al mundo algo de buena música de acuerdo a nuestro manual.
Aunque ellos no hacen planes de futuro y prefieren vivir el día a día según inquietudes, una larga lista de conciertos les espera, entre los que se incluyen cuatro fechas en España. Por supuesto, la banda tocará por estos lares en salas pequeñas, donde muchos deseamos verlos, y será gracias a la promotora Noise On Tour y su buen ojo que esto se haga realidad:
- 16 de mayo: Madrid (El Sol)
- 17 de mayo: Gijón (Acapulco)
- 18 de mayo: Bilbao (Azkena)
- 19 de mayo: Barcelona (La [2])
Mientras tanto, se recomienda encarecidamente la escucha de Graveyard, Lights Out y, sobre todo la de la que considero su obra maestra hasta la fecha, Hisingen Blues, a todo amante del hard rock de Deep Purple y Led Zeppelin, la oscuridad de Black Sabbath y Pentagram, del blues pesado y de los sonidos vintage. Graveyard aúnan tantos elementos clásicos que la mezcla llega a sonar fresca, y es esa frescura misteriosa la que puede captar a los fans menos conservadores del rock.
fuente: cucharasonica