«L’aigua del rierol» es el primer disco en solitario de Ferran Palau, que publica cuando aún quedan restos del buen aroma que dejó en el aire de este país el «Hannah» de Anímic. Producido por el primo del mismo Ferran, Jordi Matas (o al menos el vínculo familiar se deduce de los agradecimientos del libreto del cd), se trata de un trabajo algo más íntimo que el de Anímic, pero grabado e interpretado con el mismo gusto y bajo el mismo baremo. Punteos de guitarras clásica y acústicas, bañadas en cuerdas solemnes, melodías finas y pulidas, letras cuidadas enfatizadas con un acento catalán purista en el que las eses se eternizan a modo de susurro para darle suavidad a las palabras. Es un disco claramente de folk algodonoso y pausado. Refleja una fragilidad sonora que bien podría poner música a una velada de meditación o a una tarde de sol, silencio y campos de trigo.
Ferran Palau «L’aigua del rierol» (Amniotic Records, 2012)
Las cuerdas juegan un papel secundario, de apoyo, ya que la gran importancia de la instrumentación reside en los punteos de guitarra y la voz impasible de Ferran Palau, que a veces viste con la dulce presencia femenina de Louise Joanne Sansom en los coros, y en otras corren a cargo del propioJordi Matas. El resto de instrumentos (bajo, batería, cuerdas y algún que otro viento) aparecen espontáneamente según las necesidades de la canción. Así que se acaba conformando un paisaje muy tranquilo y apartado del ruido urbano que hará las delicias de los seguidores de Nick Drake, Iron & Wine, y otros cantautores de características parecidas. Por otro lado, el hecho de ser cantado en catalán hace que inevitablemente se recurra a los manidos Els Amics de les Arts, Manel o Antònia Font, sin que se trate de un disco de banda. Es decir, estamos ante un pastel hecho a base de ingredientes de todos los artistas recién citados. Sin embargo, ni suena a unos, ni suena a otros, pero sí que recuerda en algo a todos ellos. Cabe decir que todas las canciones segregan sensaciones parecidas entre sí, así que todo el disco sigue una línea marcada de la que no se mueve en ningún momento, lo que evita que todas las canciones, a excepción por determinadísimos momentos, puedan citarse como mejores o peores. Si una es buena, todas lo son. Eso dependerá del gusto de quien lo escuche, y con ello pretendo animar a que no duden en comprarlo todos aquellos a quienes les haya gustado ya alguna canción.
Y es que no se puede criticar destructivamente algo que está bellamente tocado, bien escrito y bien instrumentado. El disco está en el hueco estilístico que está y de ahí no se mueve, Ferran Palau se siente seguro en él y hay que destacar que usa recursos compositivos a nivel melódico muy interesantes y «currados», algo que ya noté en sus canciones de Anímic. Es un músico serio, ilustrado y bien enseñado, que poco a poco se hará con el legado de Lluís Llach porque tienen la misma brillantez, y lo único que de momento les diferencia es el bagaje y los años. Pero es que Ferran Palau empieza ahora. Sabe que vive en un territorio que clama por un sucesor de Llach, y sí, puede asumir ese papel de manera totalmente personal y meritoria. Y remarco ese mérito porque Palau tiene un talento incuestionable a la hora de hacer canciones.