El éxito de «8 Apellidos Vascos» ha pillado a más de uno con el pie cambiado. ¿Qué ha hecho esta película para no sólo ser rentable, sino cosechar récords en taquilla en un momento tan convulso para la industria del cine?
La audiencia ha hablado. Y ha callado muchas bocas. Mientras productores, cadenas de televisión y demás conglomerados de medios se quejan por activa y por pasiva, presionan a las fuerzas políticas para impulsar medidas alejadas de la realidad -la última, el absurdo canon AEDE– una película española ha conseguido no sólo ser rentable, sino directamente un éxito rotundo en taquilla. Sí, estoy hablando de «8 Apellidos Vascos», una película que se ha convertido en un éxito y que ha despertado una polvareda tanto en medios tradicionales como en internet. Y es que el éxito de «8 Apellidos Vascos» ha pillado desprevenidos a todos. Es cierto que se ha trabajado mucho en una acción de marketing por muchas vías para comunicar la película, sí, pero también es cierto -y parece casi revolucionario en España- que la película ha gustado mucho sin caer en tramas tan burdas y manidas como la saga Torrente.
Sobre el éxito de «8 Apellidos Vascos» se pueden sacar muchas conclusiones, por eso prefiero ir por pasos y tratar de desgranar por qué esta película y no otras ha conseguido funcionar y no ha tenido que recurrir al «la piratería nos está matando». Vayamos con ellos.
Se ha vendido
Y se ha vendido muy bien. Además de publicidad tradicional, ha sabido interpretar cuál era su público objetivo y ha ido a por él. El trabajo que se ha hecho para promocionar «8 Apellidos Vascos» en las redes sociales es incomparable a ninguna otra película española antes. Tanto el planificar una estrategia sólida en twitter, como ir más allá de subir en youtube el trailer y planificar una estrategia de videos bajo el lema «Rompiendo tópicos». No en vano, el protagonista de la película, Dani Rovira, concedió hasta 30 entrevistas el día antes del estreno de la película, desde medios online hasta blogs mucho más pequeños.
El resultado fue, como poco, interesante. Muchos jóvenes sabían qué día se estrenaba la película y el resultado no se hizo esperar: el fin de semana de su estreno recaudó 2,7 millones de euros, era la película más vista del fin de semana, con números similares a los cosechados por «El lobo de Wall Street» o «300». A partir de entonces, el boca a boca hizo el resto.
Comedia romántica y saber ser realistas
No, «8 apellidos vascos» no es una obra de coleccionista que algún día ocupará el puesto de los mejores rankings de la historia del cine español. Pero cumple su función: entretener. Lo cierto es que durante mucho tiempo el cine que se ha cosechado en España ha ido por dos vertientes muy distintas, o bien el film intimista que se pierde en su propia complejidad o superproducciones burdas con presupuestos desproporcionados que en términos de publicidad no han estado a la altura. 8 apellidos vascos, en cambio, ha demostrado saber cuáles son las limitaciones de la propia industria española y ha sabido sacarle partido.
La película es una comedia romántica, bastante liviana, con una trama que se desarrolla sola y resulta entretenida. ¿Os suena de algo? Ha habido más éxitos similares en el cine español, como por ejemplo, allá por 2002 cuando se estrenó «El otro lado de la cama» y recaudó 13 millones de euros.
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El argumento de la piratería es inválido
Con el éxito de «8 Apellidos Vascos» la industria ha vuelto a retratarse: el problema no es la pirateria, el problema es no saber escuchar lo que quiere la gente y sobretodo, no saber comunicar sus películas. Esta película ha sabido venderse, llegar a la gente y motivarla para ir al cine. Sencillamente, ha sido capaz de crear una buena estrategia de comunicación y han creído en su producto. Y ha funcionado. La película se descargará, habrá quién no pagará por verla, sí, pero su propio éxito ha enterrado ese debate de manera momentánea.
¿Es posible hacer cine rentable en España en la actualidad? Sí, rotundamente. Aún con unos precios desorbitados en los cines y unos impuestos injustos, aún teniendo que tirar del lastre del cine español -desprestigiado por activa y por pasiva- y aún en un momento de crisis en el que ir al cine es sinónimo de lujo.