Jon (Domhnall Gleeson) es un joven irlandés que busca, sin éxito, crear melodías lo suficientemente comerciales para lanzarse al estrellato. En uno de esos viajes en búsqueda de una inspiración que no existe, conoce casualmente a una banda, en el momento en que su tecladista y manager intenta quitarse (penosamente) la vida. Cuando menciona que es tecladista también, lo fichan sin preguntar, desconociendo el poco talento que esconde.
Partiendo desde el nombre hasta sus melodías, la banda resulta extraña. Curiosamente, para Jon esto no hace más que llamar su atención, especialmente centrada en la carismática figura de su vocalista “Frank” (Michael Fassbender) quien usa una gran cabeza casi idéntica a la usada por el humorista inglés Chris Sievey para crear a “Frank Sidebottom” en los 90’s.
Pero el mundo convencional de Jon choca de frente con la visión musical de la banda, liderada por Clara (Maggie Gyllenhaal), quien percibe de inmediato la poca conexión de éste con el resto. La necesidad de Jon de encajar con el resto del grupo y especialmente, de influir en su estilo para hacerlo más “accesible”.
Frank posee una historia con muchas capas. La primera se devela desde un tinte cómico, lo cual cumple, basado en las excentricidades de sus integrantes, en las torpezas y ambiciones desmedidas de su protagonista, y en el propio líder de la banda, quien puede darle a su personaje, la flexibilidad suficiente que le proporciona su estado de locura. Por otro lado, el film trasunta un dramatismo brutal, basado en la propia mirada que el público les da cuando Jon decide ir ventilando a través de las redes sociales, el día a día de la banda, traicionando lo que tácitamente era un pacto entre ellos: solo serían conocidos por su música, no por otros medios.
La película apuesta por una forma novedosa y arriesgada de narrar, utilizando los tweets para saber qué es lo que nos quiere decir Jon de la banda que lo acogió por casualidad. Así podemos interactuar desde la perspectiva de los voyeristas habituales en que nos hemos transformado, al ver como ascienden y caen día a día bandas nacidas en YouTube.
Estamos frente a una tragedia y a una comedia a la vez, que resume en su escena final todo lo que hemos digerido a bocados durante hora y media: un desgarrador himno, de quien no tiene más ambiciones que ser querido y amado por el resto. Aunque ese mensaje solo sea escuchado y entendido por ellos mismos.
Maggie Gyllenhall se luce en un papel que le queda hecho por una costurera. Y bueno, Fassbender, actuando con sus gestos durante prácticamente toda la película, demuestra que quizás es uno de los mejores actores en este minuto.
Solo por ellos dos, y por lo arriesgado de la propuesta, es que les recomiendo le den una mirada.
Ah, y por la canción final. Una belleza.
fuente: indiehoy