Uno de los males de nuestro tiempo son aplicaciones como Instagram. No es relevante lo que puede hacer la cámara, ni siquiera lo que puede encuadrar cada uno, lo que cuenta es que al final todo se arregla con un filtro que añade colores y difumina bordes. En Facebook, poco importa; pero en el cine, es otra cosa. Lejos de la sátira política de «Il Divo», la anterior película del director Paolo Sorrentino, «Un lugar donde quedarse» se aferra a un viaje para plantear así una estructura a la deriva. Sorrentino llena la película de colores saturados y deja que su actor principal, un apesadumbrado Sean Penn caracterizado como si fuese el cantante de The Cure, deambule sin ton ni son por el relato. Él interpreta a un músico retirado, antigua leyenda del rock, que intenta reconstruir con un viaje por los Estados Unidos el pasado reciente de su padre, un hombre obsesionado con dar caza a un nazi. Nada mejor que el desierto para llenar el cuadro de amarillos, y nada mejor que el viaje para soltarse. Lo mejor de la película termina por ser un espectáculo de David Byrne; pero, claro, eso pertenece a David Byrne, y no al director Paolo Sorrentino. Además, la idea de un Sean Penn a lo Robert Smith y pasado por un filtro de Instagram parece salida de un «Ultrashow» de Miguel Noguera.