La cara oculta del rock: Los Beatles, fumando en secreto ante Su Majestad.
“Después de todo lo que hicimos por Gran Bretaña, todos los pantalones de pana que vendimos y la marcha que trajimos, no nos dieron más que una puta medalla”
En 1965, cuatro músicos melenudos recibieron la medalla de Miembro del Imperio Británico (MBE) de manos de Su Majestad. Ante semejante honor, que los miembros del grupo no compartieron de la misma manera, ¿los Beatles fumaron un porro de marihuana escondidos en cuarto de baño para reafirmar su condición de rebeldes antes de encontrarse con la reina?
Harold Wilson, político del Partido Laborista, ganó las elecciones celebradas en el Reino Unido en el año 1964. Pero las ganó por muy poca diferencia. Por ello, ante las elecciones que tendrían lugar en el año 1966, si Wilson quería ganar con una diferencia más grande y mantener su puesto como primer ministro, debía conseguir un golpe de efecto para meterse en el bolsillo a un mayor número de electores.
En 1965, Brian Epstein, el mánager de los Beatles, se presentó en el Estudio Twickenham de Londres, donde se encontraban reunidos los cuatro músicos. Brian estaba emocionado, iba a darles una buena noticia, y los llevó hasta un camerino para comunicársela: el primer ministro y la reina les habían concedido un MBE. Ante semejante buena nueva, los Beatles respondieron: “¿Qué es eso?”. A lo que Epstein contestó: “Una medalla”.
Ringo Starr pensó que recibir la Cruz de Miembro del Imperio Británico y conocer a la reina era algo “fabuloso” y Paul McCartney también se sintió halagado. John Lennon no estaba de acuerdo. De hecho, se planteaba rechazar su condecoración: “Cuando me llegó un sobre con el membrete OHMS (On Her Majesty Service), creí que me llamaban a filas… Antes de que te concedan un MBE, el Palacio te escribe preguntándote si vas a aceptarlo, porque no puedes rechazarlo públicamente y primero te sondean. Puse la carta con el correo de mis fans, hasta que Brian me preguntó si la tenía. Él y algunos otros me habían persuadido de que nos interesaba aceptar. Me resultaba violento. Brian dijo: ‘Si no la aceptas, nadie sabrá que la has rechazado’”. Así que ante semejante dicotomía, a John no le quedó más remedio que agachar la cabeza.
El 12 de junio tuvo lugar la rueda de prensa para anunciar la condecoración de los cuatro de Liverpool. Para seguir defendiendo su postura, Lennon llegó una hora tarde, y llegó porque el mánager había le había dado un tirón de orejas en forma de coche que le pasó a recoger. A John le avergonzaba el premio. ¿En qué cabeza cabía? “Para mí, aceptar la Cruz de Miembro del Imperio Británico fue como venderme. Era uno de los mayores chistes de la historia de Gran Bretaña”, declaró Lennon más adelante.
Pero John Lennon no fue el único que se disgustó por la solemne medalla. Los miembros de la Cámara de los Lores y los veteranos de guerra pusieron el grito en el cielo. ¿Cómo era posible que esos cuatro melenudos que estaban desbaratando a la juventud británica fueran condecorados con semejante reconocimiento? Por eso, el día 26 de octubre de 1965, cuando los Beatles se presentaron en el palacio de Buckingham las opiniones estaban divididas y, como siempre, John tenía buenas palabras para todos: “Muchos de los que se oponían a que nos concedieran el MBE habían recibido el suyo por sus acciones de guerra. Los nuestros eran premios civiles. Los ganaron matando gente. Nosotros nos merecemos el nuestro por no matar a nadie. Si te dan una medalla por matar, es evidente que tendrían que dártela por cantar y mantener la economía británica en alza”. Aunque el Beatle tuvo que hacer de tripas corazón para aceptar la medalla, también había algo de protesta en el hecho: “Aceptamos con la intención de molestar un poco más a la gente que ya se había sentido molesta. Queríamos meternos con la gente que sí creía en esas cosas”.
Antes de recibir a Su Majestad, los cuatro músicos habían sido instruidos para comportarse debidamente delante de la reina, como recordó Paul McCartney: “Un súbdito de la reina, un oficial del cuerpo de guardia, nos enseñó lo que teníamos que hacer: ‘Acérquese a Su Majestad así, y nunca le den la espalda ni le hablen a no ser que ella lo haga’. Todo eso. Para cuatro mozalbetes de Liverpool, era ‘demasié’. Fue divertido”. La visita al palacio y toda la parafernalia impresionó hasta al impasible John Lennon: “Aunque no somos partidarios de la familia real, no puedes evitar que te impresione estar en Palacio, saber que te hallas ante la reina. Aquello era como un sueño. Era hermoso. Tocaban música, yo miraba el techo –no estaba mal, el techo–. Era histórico. Como estar en un museo. Había un soldado de la guardia real que nos decía cómo debíamos andar, cuántos pasos, y cómo inclinarnos ante la Reina. Adelantar el pie izquierdo. Cada vez que leía nuestros nombres y llegaba a Ringo Starr, se echaba a reír”. Y es que antes de encontrarse con la reina, los Beatles no hacían otra cosa más que reír. ¿Se debía al carácter amable y juguetón que los Fab Four acostumbraban a ofrecer de cara al público? ¿Eran los nervios al pensar que iban estar cara a cara con la soberana del Reino Unido? Lennon tenía la respuesta: “Sonreíamos como tontos porque acabábamos de fumarnos un porro en los lavabos del palacio de Buckingham, estábamos nerviosísimos. No sabíamos qué decir. La reina estaba sentada en una cosa muy grande. Dijo algo así como: ‘Oh, ah, bla, bla’, no lo acabamos de entender”.
El propio John fue el causante de que se extendiera la leyenda que decía que los Beatles habían fumado marihuana cuando recibieron la Cruz de Miembro del Imperio Británico. Sin embargo, George Harrison no estuvo de acuerdo con este relato: “En la investidura no fumamos marihuana. Lo que ocurrió es que había una cola larguísima con centenares de personas esperando y estábamos tan nerviosos que fuimos al lavabo. Y allí nos fumamos un cigarrillo. Todos fumábamos en aquella época”. Harrison también decía saber la razón por la que Lennon extendió el rumor: “Años más tarde, estoy seguro de que John, al pensar en ello, recordó: ‘Oh, sí, fuimos al lavabo a fumar’, y el cigarrillo se convirtió en un canuto. Porque, ¿qué es lo peor que puedes hacer antes de conocer a la reina? ¡Fumarte un canuto! Pero no lo hicimos”. Ringo Starr no lo tuvo tan claro: “No estoy seguro de si habíamos fumado un porro. De todas formas, el palacio es un sitio rarísimo para estar”.
Alan Clayson y Spencer Leigh, autores de “La morsa era Ringo. 101 falsos mitos sobre los Beatles” (Lenoir), están más de acuerdo con la versión de George que con la de John: “Es difícil pensar que los Beatles dispusieran de un baño para uso exclusivo suyo. Así pues, otros caballeros que entraran podían haber notado fácilmente (por el olor y otros indicios) si los cuatro músicos estaban fumando algo más que tabaco. Como poco, se hubiesen sorprendido al ver a cuatro multimillonarios compartiendo un único cigarrillo entre ellos”. Así que la historia del porro, más que un hecho real fue la gamberrada que a Lennon le hubiera encantado hacer para reafirmar su rebeldía y su descontento con la realeza.
La velada con la reina transcurrió con normalidad. Con la normalidad que se podía esperar de una velada con la reina. Su Majestad se mostró muy puesta en el mundo de los Beatles, como recordó Ringo Starr: “Nos acercamos, y la reina me dijo: ‘Usted puso en marcha el grupo, ¿no?’. Y yo respondí: ‘No, fui el último en unirme’. Y luego preguntó: ‘¿Cuánto llevan juntos?’. Y, sin dudarlo, Paul y yo dijimos: ‘Llevamos juntos cuarenta años y nos parece poco’. Nos miró burlona, como si fuera a reírse o estuviera pensando: ‘¡Que les corten la cabeza!’. El batería quedó encantado con su visita al palacio de Buckingham: “Conocer a la reina fue estupendo, y muy innovador: ahora recibe a todo el mundo”.
Los Beatles no podían estar más contentos por su reconocimiento. “Después de todo lo que hicimos por Gran Bretaña, todos los pantalones de pana que vendimos y la marcha que trajimos, no nos dieron más que una puta medalla”, dijo George entusiasmado. Harrison guardó su insignia en un cajón y la volvió a sacar para ponérsela para la portada del “Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Club Band” (1967); McCartney también posó con la medalla en las fotos de esa sesión. Por su parte, Lennon se la regaló a su tía Mimi, que la colocó con mucho gusto encima de la chimenea de su casa. Por fin podía sentirse orgullosa de su sobrino.
Pero John Lennon, incapaz de tragarse su orgullo, acabó saliéndose con la suya y devolvió la medalla el 25 de noviembre de 1969, después de muchos quebraderos de cabeza: “Tenía claro que había pasado por el aro y en los últimos años había estado pensando: ‘Tengo que deshacerme de ella, es necesario’. Cuando me planteé cómo hacerlo, pensé que si lo hacía en privado la prensa se enteraría igualmente y saldría a la luz. Por eso, en lugar de esconderlo, decidí convertirlo en todo un acontecimiento”. La justificación que el músico dio para devolver su reconocimiento fue que lo hizo como gesto de protesta contra la participación en el conflicto de Biafra y contra el apoyo de Estados Unidos en Vietnam. Pero si no hubiera sido por eso, el Beatle se hubiera buscado cualquier excusa para rechazarla.
Al final, todos salieron ganando. John Lennon se deshizo de su odiada condecoración y Harold Wilson logró la mayoría que deseaba en las elecciones de 1966.
Nos veremos en La Cara Oculta del Rock…
fuente: efeeme